A principios de diciembre de 2019, el condado de Wuhan en el centro de China fue atacado por un nuevo virus de la familia del coronavirus. A pesar de las medidas de contención, este virus se está propagando rápidamente: el 30 de enero de 2020, la Organización Mundial de la Salud anuncia un estado de emergencia sanitaria en el mundo, luego el 11 de marzo el estado de pandemia.
Medidas con importantes consecuencias para la economía
Ante la ausencia de tratamiento y vacunación y para evitar una propagación aún mayor, cuyas consecuencias seguramente habrían sido dramáticas, la mayoría de las grandes economías del mundo han decidido confinar a sus habitantes en condiciones más o menos estrictas.
Esto ha provocado que muchos sectores de la economía se desaceleren o cierren. Esta crisis de salud, sin precedentes en más de 100 años, se convirtió rápidamente en una crisis económica y financiera.
Habiendo comenzado en China, donde se fabrican muchos productos manufacturados (por ejemplo: 60% de medicamentos genéricos y 80% de ingredientes activos), el problema de suministro ha surgido para muchos actores económicos. Con el encierro, la economía casi se paralizó. Este problema de oferta se superó rápidamente para dar paso a una crisis económica de magnitud desconocida.
Así, las últimas cifras muestran un aumento significativo de nuevas altas en Pôle Emploi desde el inicio de la crisis (cerca de 300.000) y una explosión mucho mayor en el número de empleados que trabajan en jornada reducida (a mitad de camino). Abril 8,7 millones de empleados estaban preocupados). Esto no es mucho comparado con lo que está sucediendo en los Estados Unidos, un país donde la tasa de desempleo es ciertamente baja, pero donde el empleo precario está muy desarrollado.
Evolución de los mercados financieros.
Cuando el mundo se dio cuenta de la magnitud de la crisis sanitaria a principios de marzo, se apoderó del pánico. Ha dado lugar a desarrollos sin precedentes en los mercados financieros y en las decisiones del gobierno y del banco central. Para evitar que la economía real colapsara profundamente, con todas las consecuencias que se habrían producido, tuvieron que reaccionar muy rápidamente.
Al igual que en 2008, la mayoría de las medidas consistieron en inyectar masivamente liquidez a la economía para evitar, en la medida de lo posible, la quiebra de empresas y en particular de las pymes. Así, en Francia, se han tomado muchas medidas para ayudar a las empresas, pero también a las personas: posibilidad de desempleo parcial, exención de cargas, préstamos bancarios garantizados por el Estado.
Se han tomado medidas relativamente similares en los Estados Unidos, por ejemplo, con préstamos puente que pueden convertirse en subsidios para empresas que no despedirán o volverán a contratar, pero también ayuda directa en forma de cheques enviados a hogares estadounidenses. Un espejo algo distorsionado de la economía real, el mundo financiero que odia la duda y siempre busca mirar más allá del valle, se ha visto sacudido con fuerza y de formas sin precedentes.
Por último, el COVID-19, un virus cuyas consecuencias a medio y largo plazo aún no se conocen y que, por supuesto, preocupa a los mercados financieros al más alto nivel, ya ha tenido muchas consecuencias espectaculares en estos mercados.